viernes, 5 de diciembre de 2008

ACCESO A LA EDUACION?


Durante más de cuatro siglos las mayorías estuvieron excluidas del acceso a la educación y a la cultura en general, bajo un régimen que sostuvo la degradante institución de la esclavitud y gobernó "con un brazo de hierro ensangrentado", como dijera el Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes.
La ausencia de libertad en la Isla hacía muy difícil que se abrieran paso ideas y gestiones concretas para el enriquecimiento espiritual del hombre. No obstante, durante el siglo XIX, en Cuba se recogieron las sabias reflexiones filosófico-pedagógicas de ilustres compatriotas como fueron, entre otros, los sacerdotes José Agustín Caballero y Félix Varela; el maestro José de la Luz y Caballero, José Martí y el también mentor Enrique José Varona.
El Héroe Nacional de Cuba trazó un programa para la lucha por la independencia y aportó un ideario en defensa de los valores culturales y de la educación. El final del siglo XIX deparaba a los cubanos una amarga experiencia marcada por la primera guerra imperialista del mundo moderno.
En Cuba se iniciaba entonces un período de ocupación militar norteamericana (1899) que se extendería hasta 1902.
La ocupación norteamericana y su influencia en los distintos sectores de la vida nacional significó en la historia de la educación -entre otras cuestiones-, la interrupción y tergiversación del legado pedagógico de avanzada producido por notables pensadores cubanos.
Durante la República Neocolonial que se instauró en 1902, la influencia norteamericana en el ámbito educacional fue un mal que acompañó a otro peor: el creciente abandono de la escuela y la desatención de los servicios educacionales por parte de los distintos gobiernos a través de los cuales operaron mecanismos de dominación foránea.
El eminente pedagogo cubano Enrique José Varona decía en los primeros años de la República: "Nos encontramos en la tristísima situación de que hay que aumentar considerablemente el número de aulas, comprar mobiliario, construir escuelas, etcétera, y no hay, ni habrá durante algún tiempo, un centavo que invertir en esas perentorias necesidades". Parecía como si este maestro estuviera describiendo los próximos cincuenta años del panorama educacional cubano.
En 1953, año en que los cubanos dirigidos por Fidel Castro se lanzaron nuevamente a las armas para cambiar aquel insoportable estado de cosas:
Sólo el 56,4 por ciento de los niños podía asistir a la escuela primaria y únicamente el 28 por ciento de los niños y jóvenes entre los 13 y 19 años de edad lograba continuar sus estudios en los centros de Enseñanza Media.
El acceso a la Educación Superior era muy limitado.
En la Enseñanza Industrial existía un solo centro con el nivel equivalente al de técnico medio, que era la Escuela Superior de Artes y Oficios. El resto de los 16 centros que funcionaban sólo preparaba obreros calificados en cantidades muy reducidas y con una formación limitada por la carencia de presupuesto y la falta de base material de estudio.
La Enseñanza Agropecuaria presentaba una situación crítica pues solo contaba con seis granjas- escuelas y un instituto forestal con escasas posibilidades de matrícula y recursos.
La Universidad de La Habana, fundada en 1728, la de Oriente, creada en 1947 y la Central de Las Villas en 1952, constituyeron las tres universidades oficiales que existían antes del triunfo de la Revolución. Funcionaban, además, las llamadas universidades oficializadas y privadas que, salvo alguna honrosa excepción, fueron centros de corrupción, favoritismo y privilegio.
La Educación Especial para impedidos físicos y mentales era virtualmente inexistente. Las pocas instituciones que funcionaban sólo tenían un exiguo apoyo estatal y dependían fundamentalmente de patronatos particulares.
Para la formación de maestros había, antes de 1959, seis escuelas normales oficiales, una en cada capital de provincia, con matrículas limitadas y sólo existían tres facultades de Educación en las Universidades de La Habana, Las Villas y Oriente.
En 1953, centenario del natalicio de José Martí, el pueblo de Cuba rendiría el mejor homenaje a su Apóstol de la independencia con el reinicio de la lucha por la liberación. El 26 de julio de 1953, con el asalto a los cuarteles Moncada y Céspedes de Santiago de Cuba y de Bayamo, respectivamente, bajo la dirección de Fidel Castro, se iniciaba la última etapa por el logro de la verdadera y definitiva independencia de la Isla.
En el juicio celebrado a raíz de aquellos acontecimientos, el Jefe de la Revolución pronunció su histórico alegato conocido mundialmente como La historia me absolverá. Al hacer un análisis crítico del panorama nacional, Fidel se refirió a la educación en estos términos:
"¿En un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿ En una ciudad donde no hay industrias para qué se quieren escuelas técnicas o industriales? Todo está dentro de la misma lógica absurda: No hay ni una cosa ni la otra. En cualquier pequeño país de Europa existen más de 200 escuelas técnicas y de artes industriales; en Cuba no pasan de 6 y los muchachos salen con sus títulos sin tener donde emplearse. A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo el material necesario. ¿Es así como puede hacerse una patria grande?"
En el año del Asalto al Moncada, con una población de 6,5 millones de habitantes, había en Cuba:
Más de medio millón de niños sin escuelas.
Más de un millón de analfabetos.
Una Enseñanza Primaria que llegaba sólo a la mitad de la población escolar.
Una Enseñanza Media y Superior para minorías, ofrecida solamente en grandes núcleos de población urbana.
10 mil maestros sin trabajo.

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